lunes, 22 de junio de 2009

Cómo conquistar el mundo con un Flog

La otra persona que se balancea -sobre el cuerpo contundente y macizo de Agustina Vivero- es rubia, los ojos claros, la boca llena, delgada, las piernas largas, los brazos finos, las uñas cortas: Maru, de 16 años, su novia.

Un flogger es alguien que forma parte de un movimiento que consiste en el, digamos, arte de publicar fotos -propias, de familiares, de amigos- en un fotolog. Agustina Vivero le debe a eso (a su fotolog: fotolog.com/cumbio) treinta y ocho millones de visitas y una popularidad basada en ninguna aptitud particular. "Soy una celebridad 'queni': que ni baila, que ni canta, que ni actúa (...). Yo no veo esto que me pasa como si fuera fama. Creo que tengo popularidad gracias a una página de Internet, no mucho más que eso", escribe en Yo, Cumbio. Pero si todo empezó en Internet, el fenómeno se desató sólo después de pasar por la vida real. El 30 de diciembre de 2007, Agustina Vivero tenía un fotolog con una modesta cantidad de visitas cuando decidió reunir a sus amigos virtuales y hacer una fiesta. Invitó a veinticuatro y llegaron trescientos. En enero de 2008 los convocó, otra vez, ahora en las puertas de un mall (centro comercial) llamado Abasto: fueron veinte, pero para el quinto encuentro ya eran tres mil. Esa multitud adolescente fanatizada por una líder espontánea llamó la atención de los adultos. La noticia saltó a los diarios, las revistas, la televisión, y ella se paseó, parca y prudente, burlándose del término "tribus urbanas", hablando con naturalidad de su vida, de sus padres, de su novia, por todos esos sitios: los diarios, las revistas, la televisión. Poco después recibió una oferta de la empresa Nike para hacer una campaña publicitaria de ropa deportiva y allá fue su rostro, en gigantografías urbanas, junto a los de músicos de rock y deportistas internacionales. Hoy, las discotecas de todo el país le ofrecen dinero -500 euros por noche- a cambio de su presencia, tiene una línea de perfumes y de esmaltes de uñas, escribió un libro, prepara un programa de televisión para adolescentes producido por Endemol, estudia periodismo y sigue viviendo en la casa misma modesta de siempre.
Es mediodía y la calle atrona: bocinas, autos, gritos. El dormitorio de Agustina Vivero es una habitación al frente: colchones, sofá, ordenador. Viste bermudas, camiseta negra, piercing. La suya no es una vida muy larga, pero ha tenido sus disgustos: en febrero de 2009, alguien quiso atacarla a golpes en las puertas del Abasto; en Internet hay sitios donde se la odia foto a foto y circula un juego interactivo que propone diversas maneras de "eliminarla".

-Hasta los que me odian me benefician, porque hablan de mí y me dan más visitas. Años atrás existían los hippies, y la gente decía "Melenudos, sucios". Ahora dicen "Floggers putos". Lo que queremos es conocer gente. Usamos la página como un club. Pero no hay una filosofía de vida flogger, así como no hay una filosofía de vida de los periodistas o los cocineros.

No entiende el Facebook, ni sofisticaciones de la navegación por web, y se conecta sólo dos horas por día. "Podría vivir sin Internet", escribe. "Internet es mi conexión más amplia, pero hay muchas otras formas para conectarse con la gente. Nunca es lo mismo que el contacto cara a cara (...). Desconéctense: vengan al Abasto". Con el primer dinero que ganó, por grabar unos ringtones, le regaló a Maru un oso panda de peluche.

-Maru es la mujer perfecta. Me cocina, me prepara la ropa. Es como una madre, esposa, novia. Yo le quería dedicar el libro, pero todos me decían que no. Que quién sabe qué pasa después.
Fuente:www.elpais.com


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