En el principio internet era social y, desde el principio, los internautas quedaron expuestos. Lo que se dice, lo que se opina es del dominio público.
Antes eran los foros de discusión, hoy son Facebook, Sónico y Twitter, entre otros. Lo que decimos, lo que nos preocupa, lo que nos hace reir queda registrado para siempre.
En las redes sociales cuando borramos algo, no lo borramos. El sistema lo desaparece de la mirada pública pero lo mantiene en sus archivos a menos que, persistentemente, solicitemos a la red social que lo borre por completo.
Humanos somos y nuestras huellas digitales permanecen en el ciberespacio reconstruyendo lo que hemos dicho y lo que hemos sido.
Quizá por eso no es de extrañar que -tal y como sucede en el mundo real- internet se está llenando de empresas que ofrecen el servicio de cuidar la reputación del internauta y de su familia.
Estas empresas -por una cuota mensual- se dedican a mantener al día las cuentas de sus clientes en redes sociales ayudándoles a conservar un perfil activo, al tiempo que cuidan su reputación digital.
No son sus únicos servicios. También ofrecen mantener "un ojo" en las cuentas de los hijos adolescentes para asegurarse de que no publiquen nada que pueda traerles problemas en la escuela o en su vida laboral.
Todo lo anterior puede sonar exagerado, pero si realizan una simple búsqueda en internet, descubrirán que mucha gente ha perdido su trabajo por quejarse de su jefe o de sus colegas en Twitter o en Facebook.
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